miércoles, 24 de septiembre de 2008

Hervasie Foffo, la Marquesa y la decapitación nacional

En 1998, en Australia, ocurrió que Hervasie Foffo, jovencita con muchas probabilidades de sobresalir en el futuro, fue asesinada por sus padres, en su propio hogar. Su madre sufría de demencia y su padre, no sé si en defensa para no sufrir un mayor castigo, o en realidad lo sufría, manifestó estar poseído y, una vez que decapitaron a su hija, conservaron la cabeza consciente por casi una hora. Ésta hablaba como si estuviera bajo el efecto de una fuerte dosis de alcohol, decía palabras incongruentes y preguntaba si su cuerpo se lo habían adormecido o inyectado alguna sustancia (no sé de dónde obtenía aire y si las cuerdas bucales servían, pero ahí está la narración y no interrumpan). Luego salió materia gris de sus orificios nasales mientras que el cuerpo estaba ya inmóvil, desde recién sucedidos los hechos, en la habitación de al lado. Después de veinte minutos de esto, fue declarada muerta.

Esta narración, referida en Wikipedia, fue famosa en el periodismo amarillo de aquél gran país oceánico. No sé hasta dónde sea cierta, o esté científicamente documentada. Pero lo que sí es un hecho es que no hay una certeza de hasta qué momento una persona decapitada ha perdido la consciencia y está, digamos, clínicamente muerta. Dios me libre de ser médico, y más, de ser médico forense, criminalista y similares, ya que simplemente de imaginar sangre me desmayo; es más, veo agua de jamaica y se me sube la presión -claro, se me sube más si dicha agua de jamaica me la acerca una bella joven con minifalda y escote en un restaurancito mexicano- pero eso es otro tema.

La curiosidad me ha llevado saber que un asunto médico para discutir es si una cabeza decapitada se mantiene consciente después de la separación del cuerpo. El debate ha traído y llevado el asunto también al ámbito legal y ético, debido a que, en donde se acepta la pena de muerte como método de castigar al delincuente, no se determina de bien a bien si la decapitación es o no una forma humana (digamos, incruenta) de ejecución. Desde mi punto de vista ni siquiera se le puede llamar humano a un método de matar a un prójimo, sea o no con base en la ley. Pero yo no soy experto en esas lides en que participan sabios muy sesudos que viven de tener, precisamente, suficiente materia gris. No hay aún respuestas definitivas. Hay quienes afirman que la pérdida de consciencia puede ser virtualmente instantánea, como resultado de la pérdida masiva de la sangre en el cerebro, o debido al impacto del implemento con que se ha cercenado (guillotina, hacha, machete, cuchillo cebollero, tijeras de jardinero, alambre, boca de suegra, etc, etc). En esta liga hay algunas referencias mínimas al debate sobre el tema: http://www.gorgas.gob.pa/museoafc/loscriminales/mundomuerte/decapitados%20y%20ahorcados.html


Sobre la decapitación hay mucho de qué hablar. Si se trata del caso mexicano, pues podemos considerar desde los modernos métodos de ajusticiamiento del narco mexicano, que como forma de aleccionar y de dar señales de poder, terror y otras lindezas propias de las mafias aztecas, nos regalan para placer de la prensa roja y amarilla cabezas por docena en Yucatán y en la Marquesa, supongo que para los tacos de cochinita -con cabeza- y las quesadillas de sesos, respectivamente; antes lanzaron otras en una lonchería de Uruapan, o también las dejaban insertadas enfrente de ciertas oficinas policiacas...

En la historia del país, algunos mitos prehispánicos refieren a decapitaciones; la Coyolxauhqui representa a una divinidad desmembrada,; Miguel Hidalgo y varios líderes más del movimiento criollo versus peninsulares, bautizado por la versión histórica oficial como movimiento idependentista, fueron decapitados; al mítico Pancho Villa, después de emboscarlo también lo dejaron sin cabeza. Esto, por dar algunas referencias famosas. A Luis Donaldo Colosio en 1994, si bien no lo decapitaron, sí le volaron la tapa de los sesos de un plomazo, dejando acéfalo a su partido político y prácticamente a lo que debería ser el país después de que terminara el sexenio de un presidente chaparrito, pelón y de orejas prominentes, por cierto, de cabeza muy brillante pero maquiavélica en grado extremo. En otro post mencionaré algunos hechos menos famosos pero igualmente sangrientos, en cuanto a decapitaciones se refiere.

En un terreno menos cruento, pero no por eso menos patético, están las miles de cabezas que se cortan sexenio tras sexenio, o trienio tras trienio, según sea el caso, en los ámbitos de gobierno. Cuando un presidente llega con toda su gente, y ésta a su vez con propio equipo, y así hasta llegar a jefes de departamento y uno que otro enlace administrativo... una expresión muy nuestra es que cuando nos enojamos a nivel máximo, o sea, nos encabronamos, elegentemente decimos que estamos a punto de perder la cabeza, o cuando los procuradores se ponen, según ellos, listos para acabar con la delincuencia de cuello blanco, afirman que rodarán cabezas... la mayoría de las veces es la propia, claro. Y cuando alguien está despistado y no da una, le llegan con que no sabe dónde dejó la cabeza. A algunos les quitarían un gran peso de encima, como a los yucatecos, que tienen fama de ser cabezones; o si eres de a tiro menso, como dirían en el rancho, eres un cabezota. A otros no les preocuparía que los decapitaran, ya que tienen la cabeza vacía, como ciertos personajes de la vida política que salen mucho en la tele para declarar pura sandez; normalmente las instituciones que dicen encabezar, y aún cuando cobran como Director General, o Comisionado, o Secretario, o Diputado o Jefe Delegacional, sus instituciones están, en los hechos y los resultados, acéfalas. Como ejemplo está la Secretaría del Trabajo, o el Servicio Profesional de Carrera -donde impera la corrupción y no se ve cabeza alguna que ponga orden-, no se diga la Secretaría de Seguridad Pública u otras que se dedican, dicen, a llevar servicios de salud a la gente más necesitada. Lo malo es que a la hora de entregar cuentas, no hay quien quiera asomar la de hueso -diría Borola Tacuche- y aplican la política del avestruz, esconder la cabeza...

Después seguimos en esto de las decapitaciones. Para quien decía que antes no se haabía visto algo tan cruel, como las recientes masacres tan televisadas y fotografiadas a todo color por La Prensa, El Gráfico, El Metro y demás clones de la ya pasada de moda Alarma! sería suficiente que leyera cualquier libro completo de historia de México, y subrayara los nombres de los personajes, ilustres o no, que han muerto decapitados por sus detractores; sin mencionar a los fusilados o a los asesinados por otros métodos no menos efectivos, como la horca, el acuchillamiento, la emboscada, el cañonazo... la historia de México, esa que dicen que hace grande a la patria, está plagada de crímenes. ¿De qué nos sorprendemeos ahora? Eso sí, que queda claro: el que no me sorprenda no significa que no me indigne. Cualquier ejecución, sea hacia un inocente o hacia un delincuente, por la vía que sea, legal o ilegal, con mayor o menor grado de crueldad, debe evitarse. Mejor hagamos como en los Polivoces: iban a electrocutar al condenado en la silla eléctrica, pero como se fue la luz, lo electrocutaron con velas.

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