sábado, 8 de septiembre de 2012


Hammam
Baños árabes que reconfortan el cuerpo y reconcilian a las personas con la vida
Mezcla sofisticada de temperatura, luz, sonido, olores y sensaciones que trasladan a una dimensión de placer
Una herencia del islam a la cultura española, como consecuencia de casi 800 años de ocupación, fue el baño público o hammam. En el mundo árabe éste ha sido uno de los centros principales de la vida social.
Para los asiáticos esta actividad ha sido de carácter ritual, ya que la higiene del cuerpo la han considerado históricamente un acto de purificación religiosa. Sin embargo el baño, en la historia árabe, es también lugar de reunión, de descanso y de nuevas relaciones.
En las ciudades islámicas de antaño había numerosos baños públicos, usados por hombres y mujeres en turnos de gran rigor, desde las primeras horas de la madrugada hasta la tarde.
Los baños solían contar con estancias diversas, entre ellas la de vestuario, las salas de agua fría, templada y caliente, así como el del hornillo, una especie de calefactor de arcilla.
La sala principal, generalmente la más grande y donde la gente pasaba más tiempo, ocupaba el centro y en ella se encontraba el agua templada. Por su parte, en la sala central, a la que se accedía tras pasar por las salas de masaje o sudoración, se bebía o se daban los últimos retoques de peinado y maquillaje. Con frecuencia el decorado de las estancias se componía de motivos geométricos que daban una imagen sencilla y acogedora al recinto. Como parte complementaria de la ambientación, había una iluminación tenue y matizada generada por pequeñas aberturas con forma de estrella en el techo, cubiertas por vidrios de colores. El efecto creaba un ambiente de paz y tranquilidad.

 
 
Baños árabes modernos

Después de ocho siglos de tradición árabe en España, el Hammam se convirtió en una mezcla cultural extraordinaria; combinaba espiritualidad, higiene, vida social, relajamiento, placer y refinamiento nazarí.
Una vez que los españoles expulsaron a los árabes, en 1492 se hizo público el Decreto de Alhambra, con el que la práctica del Hammam fue prohibida, por sus raíces innegablemente musulmanas.
La nación española se privó así de esta práctica durante siglos. Fue hasta 1998, cuando abrió nuevamente un baño árabe: el Hammam de Granada. Con él, la península recuperaría abiertamente un símbolo histórico y cultural.
Desde hace doce años, en la península ibérica han abierto 18 instalaciones en total, todas ellas con servicios e instalaciones que buscan recuperar la tradición, pero más todavía, ofrecer a los visitantes la oportunidad de recuperar la paz en espacios de extraordinaria tranquilidad y silencio.
Los baños árabes actuales son una mezcla altamente sofisticada de temperatura, luz, sonido, olores y sensaciones que trasladan al usuario a una dimensión ajena al mundo cotidiano.
Hoy día el Hammam es una modalidad de baño de vapor que limpia y relaja el cuerpo, completado con masajes. El proceso exige primero estar en el cuarto tibio, donde inicia la relajación, aquí hay un flujo continuo de aire caliente que permite al bañista respirar libremente. Más tarde es necesario pasar al cuarto caliente, donde la sudoración es parte de la purificación, para después sumergirse en una piscina fría. Se hace un lavado completo de cuerpo y se recibe un masaje para después retirarse al cuarto de enfriamiento, donde se pasa por unos minutos de agradable relajación.
Según refiere la historia, éstos fueron una adaptación de los baños romanos, los que persistieron en la cultura oriental, especialmente con el Imperio Otomano.

Presencia en otros países

En Gran Bretaña los baños árabes tienen presencia desde el siglo XIX, introducidos por el diplomático David Urquhart, autor del libro Los Pilares de Hércules, en el que describe el sistema de calentamiento del aire de los baños en Marruecos. En 1856, un discípulo suyo, Richard Barter, abrió el primer baño árabe moderno en County Cork, Irlanda; al año siguiente en Manchester, Inglaterra, fue inaugurado el primero de ese país; la moda se extendió rápidamente y en 1860 Roger Evans abrió uno en Londres.  En Australia abrió el primero en 1859, en 1863 Estados Unidos contó con el primero, en Nueva York; en 1869 ocurrió lo mismo en Canadá y en 1874 abrió uno en Nueva Zelanda.
Hoy el Hammam prospera en diversos países occidentales, como una opción de relajamiento y culto al cuerpo, dentro de la moda de los centros de tipo spa, tan necesarios en las grandes urbes plagadas de estrés.

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