martes, 1 de septiembre de 2009

"EL ESTUDIANTE", PELÍCULA QUE TODOS DEBEMOS VER

Cuando pienso en el cine mexicano que actualmente se produce, normalmente vienen a mi cabeza cintas oscuras, sin grandes aportaciones, guiones débiles, groserías y estrellas que en la época de oro no habrían tenido el menor lustre. Hay personas a quienes les encanta el cine mexicano actual, las he visto reverenciar cintas como A tu mamá también y consideran a los desaliñados Diego Luna y su comparsa, Gael García, como las figuras máximas de la actuación regularmente joven en el celuloide azteca. Cada quien sus gustos. La verdad no me convencen mucho que digamos.
De vez en cuando he visto algunos filmes de Fernando Sariñana, con sus comedias críticas hacia la corrupción, pero no pasan de ser un buen entretenimiento que satisface la visión de la clase media arribista. En fin, no voy a presentar aquí ni una revisión ni una reseña de la producción cinematográfica nacional. Simplemente quiero comentar que hay una película reciente, de manufactura nacional, que sí me gusta y que recomiendo a las multitudes que leen este pinchurriento blog.
Se trata de El Estudiante, ópera prima de Roberto Girault producida en 2008. La protagoniza el veterano actor Jorge Lavat en el papel de Nacho, un adulto mayor que decide estudiar en la Universidad. Por cierto, el día de la premiere, allá en Paseo de la Reforma, llegó de mal humor y con actitud poco amable hacia los reporteros; pero eso es otro tema y no voy a acalambrar aquí a don Jorge. Mencionaba yo al talento de la cinta: Norma Lazareno, Cristina Obregón, Pablo Cruz Guerrero, Siouzana Melikian, Jorge Luis Moreno, Cuauhtémoc Duque, Daniel Martínez, Jeannine Derbez, Silvia Santoyo, Raúl Adalid, Sofía Toache, Fernando Estrada y José Carlos Ruiz.

Quién mejor para hablar de lo que representa esta cinta que su propio creador. La entrevista la tomo de Milenio:

“Traté de hacer un poema”
Girault se inicia en el cine con El estudiante, historia de un Quijote moderno que marca el regreso al cine de Jorge Lavat.

Un hombre de 70 años decide entrar a la universidad para estudiar literatura. Así podemos resumir la anécdota de El estudiante, ópera prima de Roberto Girault. El director mexicano no duda en asumir que es una película inspiracional, no obstante a su favor argumenta que para evitar clichés estudió a conciencia el cine europeo, y en concreto a directores como Christophe Barratier o Giuseppe Tornatore.

Escribe, dirige, distribuye, hace todo. ¿Eso es bueno para la película?

Es complicado, pero a la vez es la única manera. Una película mexicana independiente pero que requiere respuesta a inversionistas te obliga a meterte en todo.

A la película la apoyaron varias empresas privadas, ¿eso condiciona la historia?


En la mayoría de los casos no condiciona porque casi todos entraron por el estímulo fiscal 226. Lo que buscan es que no les cueste, y por otro lado lo único que piden es que la película no sea agresiva con la marca, cuidan esa parte, sobre todo en el caso de marcas familiares o que buscan promover las buenas costumbres.

¿Cómo nació El estudiante?

Cuando constituimos Halo Estudio, uno de mis socios, Gastón Pavlovich, tuvo la idea de hacer un proyecto que sirviera para representar a un Quijote moderno, un personaje que recuperara sus ideales y sueños. Se inspiró en su abuelo, un hombre mayor que se metió a estudiar. La idea consiste es mostrar a un personaje con sueños y locuras, que tenga la iniciativa y las ganas de cumplir sus objetivos pese a las adversidades. Queríamos hacer algo muy inspiracional.

José Carlos Ruiz, Norma Lazareno y Jorge Lavat son parte de un reparto muy experimentado, ¿en una ópera prima es fácil dirigirlos?

Fue muy fácil porque hicimos muy buena relación humana. Platiqué mucho con ellos, iba a su casa. Lo primero fue romper la barrera director-actor. Conforme fuimos trabajando y se dieron los ensayos empezaron a creer más en mí y en el proyecto. Por ejemplo, Jorge Lavat llevaba más de 30 años sin hacer cine y tomó la película como su gran momento para regresar, estuvo muy agradecido y así se comportó, creyó en mí todo el tiempo, igual José Carlos Ruiz. Son gente muy profesional, y qué decir de Norma Lazareno. No fueron divas.

¿Qué aprendió en este sentido?

Primero, que el director se tiene que ganar la confianza de los actores, si te los ganas como persona lo segundo es más fácil. Cuando se abren para una confidencia es cuando puedes empezar a conocerlos más como persona y empezar a pedir cosas haciendo uso de su experiencia de vida. Segundo, aprendí que el ensayo es básico. Yo fui actor de teatro, entonces soy hombre de ensayos. Al ser una película en la que los personajes pesan había que encontrar su naturalidad. Al momento de llegar a filmar ya sabían para dónde iban y eso facilitó las cosas.

¿Cómo trabajó los ensayos con los actores, les dio el guión o sólo preparó escenas?

A todos les di el guión, sobre todo a los jóvenes. Después fueron tres meses de intensas pláticas en torno al personaje. Fue un trabajo muy creativo entre ambas partes y después el ensayo. Sin embargo, hubo escenas que en los ensayos se cambiaron totalmente a como estaban en guión y fue mucho mejor. Dentro del set manejaba algo que llamo “el secreto”, que puede ser algo que le contaba a un actor pero a otro no para propiciar una reacción sorpresiva. Jorge Lavat, por su parte, se hizo dueño del personaje desde el principio, ahí fue una dirección más técnica. A José Carlos Ruiz le encantó la ironía de su personaje y lo armó de volada.

¿Cambió mucho la historia entre como la imaginó en papel y como quedó en imagen?

Llegué al set lo más preparado posible. Hice storyboard de casi todas las escenas, ensayamos casi toda la película, incluso con el camarógrafo, aun así sucedieron cosas muy interesantes porque conocía tan bien las escenas que las empecé a armar en una sola secuencia o en un solo tiro, buscando solamente lo importante de cada una. Al saber si íbamos a hacer una escena triste o alegre, ya sabíamos qué tipo de movimiento de cámara haríamos. Aproveché todo eso, y si bien no salían las cosas como estaban en el storyboard, salían y muchas veces incluso mejor. En la edición me di cuenta de que filmamos lo suficiente. Nunca te queda igual cuando pasas del papel a la imagen, pero la esencia la puedes respetar siempre y cuando lo prepares todo muy bien.

Es una película con mensaje, esto implicaba el riesgo de que le quedara muy cursi o inocente…

Ése siempre fue mi miedo. Lo que yo traté de hacer con esta película fue un poema, sabía que tenía que llegar a las fibras de la gente pero sin pasarme. Usé muchas películas de ejemplo, como Los coristas o Cinema Paradiso, que son cintas que tienen un mensaje muy fuerte y no quedan cursis. Me fijé mucho en ellas y las estudié. Desde el principio tuvimos claro que queríamos hacer algo muy clásico. La música también es muy importante. Con todo ello quise entrar en los poros sensibles del espectador. Soy de las personas que creen que el cine es como una licuadora donde metes todas las artes.

Una cinta que debemos ver, sin duda.

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