miércoles, 5 de agosto de 2009

EL CINCUENTÓN AMIGO CONDORITO

De niño, mi papá me llevaba a la peluquería a unas calles de la casa para eliminar sin misericordia el cabello que animosamente yo había dejado crecer durante dos meses de veraniego solaz interescolar. Su gusto era dejarme como soldado raso, de puritito casquete corto. Chale. Afuera del changarro lucía el típico cilindro azul, blanco y rojo giratorio que parecía un caramelo gigantesco. Mientras esperaba mi turno, mi betabel padre compartía los chismes más calientitos del barrio con el discípulo de Regino Burrón, mientras yo me entretenía viendo las imágenes de Valle de Lágrimas, fotonovela subida de tono muy popular en aquellos días debido a que las actrices del drama fotográfico de ley mostraban calzones y piernas, causándome gozosas cosquillitas en mis infaniles gónadas. Una ocasión, en el montón de revistas y periódicos del peluquero, hice uno de los máximos descubrimientos de mi niñez: asomaba por allí la nariz de un pajarraco antropomorfizado en sandalias y pantalón negro desgastado, en la portada de una publicación nueva para mí, llamada Condorito; dejé el ejemplar de chicas enseña-calzones y cogí la revista de historietas. Iba a leerla cuando el maistro de la tijera me dijo ¡pásale chamaco...! mientras con una sonrisa sádica sacaba filo a la navaja frotándola de arriba-abajo en una tira de cuero pendiente del sillón, como si fuera a degollarme. -Uta, ya valió; temblé y me imaginaba frente a los cuates burlones: pelón pelonete cabeza de cuete, te rasco la frente y me das buena suerte. La puse en el montón, pero me dio chance de subirla conmigo a la silla del desgreñadero. Mientras la maquinita de rapar zumbaba en mi cabeza y mis greñas morían en mis hombros, le di una ojeada y comencé a reírme con algunos fragmentos, olvidando mi desgracia. Debo reconocer que algunos chistes no los entendía, gracias a mi muy ética y moral educación, cortesía de mi hermana la monja, libre del diabólico doble sentido y del albur, que no pocas ocasiones estaban presentes en las tiras. "No te muevas o te mocho una oreja, me decía el Barbero de la Ramos Millán, pero la verdad, ignorélo y solté carcajadas que no dejaban de arrancar una sonrisa al tirapelos, quien atinó a preguntarme: ¿A poco ya habías leído el Condorito? -No pues no, apenas 'orita. -Si te dejas peluquiar sin moverte te la regalo... -Ya va maistro, ¿me la agarra 'apá, la revista?, ya me la dio el señor. -Órale, yo te la guardo, ¿cómo se dice? -Gracias maistro. -Ya vas, pero ya no te muevas... Mi viejo hizo taquito el ejemplar y la metió en el bolsillo trasero de su pantalón de gabardina color caqui, de los que usaba en su trabajo de caballerango en el Instituto de Higiene de la Secretaría de Salud, en la calle de Mariano Escobedo, en los antiguos años 70 del siglo XX.
Cuando llegué a casa, en lo que calentaba el bóiler de leña el agua para quitarme los pelos que picaban feo como aguates, le di una ojeada y poco a poco comencé a divertirme con las breves historietas que allí, en dos tintas, vivían personajes como Huevo, el Cumpa, Coné, Yayita y los suegros de Condorito, el Loro Matías, Ché Copete, y el perro Washington.






Recuerdo una de las tiras: Condorito, al borde de una ventana en condominio de cinco pisos, gritaba: "¡Me voy a tiraaaaar!, ¡me voy a tiraaaar!", mientras la gente, angustiada y morbosa, lo veía desde la calle, esperando que se lanzara y cayera al piso, en un sangriento y reventado suicidio anunciado; continuaba Condorito con la misma frase: bomberos, reporteros y policía ya habían llegado, hasta que el cóndor gritó: "¡Me voy a tiraaaaaar.... para adentrooooo!" y brincó, pero hacia el interior del edificio. El clásico ¡plop! hizo presencia entre mirones, periodistas y guardianes del orden.
El pajarraco ojón, narizón, flacucho, con patotas calzadas con sandalias, más bien vago, y de una picardía extraordinaria, hacía referencia al ave más representativa de los andes sudamericanos. Y es que el personaje tiene su origen en Chile; claro, mis críticos dirían que la mitad de todos nosotros proviene del chile, pero yo escribí en Chile, no piensen otra cosa.













Según los biógrafos del avechucho en marras, fue en 1942 cuando Walt Disney se dio un volteón por el Cono Sur para hacer un documental con caricaturas: Saludos amigos. Como resultado, representó a México con un mariachi, a Argentina con un gaucho, a Perú con un inca y a Chile con un avión débil (Pedrito), sin fuerza para atravesar la cordillera andina. "Mi Chile no es así, mi Chile es fuerte", reaccionó indignado el caricaturista René Ríos Boetigger, mejor conocido como "Pepo" en el mundo editorial. Para él, quien mejor daba forma de manera gráfica a su país era el poderoso Cóndor, ave imponente propia de aquella tierra, por lo que se propuso hacer una propuesta más apegada a su visión.
Era 1942. Comenzó a dibujar un Condorito de pequeño tamaño, cuello corto, emplumado y fumador, estilo campesino, flojo, alegre, chistoso y buen tipo. Poco después el autor inventó a Yayita, su novia: linda, de trenzas largas y negras, vestida a la usanza campirana. Y a un buen sujeto le deben acompañar amigos, así que Pepo creó a Chuma, el buen Cumpa de Condorito, Ungenio, lento de pensamiento y baboso al hablar; Garganta de lata, un ebrio consuetudinario, Comegato, Huevoduro, Fonola y algunos más. Pepo también creó un rival para el pájaro protagónico: el pesado de Pepe Cortizona, eterno pedaleador de bicicletas que busca bajarle a Yayita, hija de doña Tremebunda Vinagre, la típica suegra que considera al pretendiente de su virginal tesoro como un inútil sin oficio ni beneficio, y don Cuasimodo, tipo mandilón y más condescendiente con el pájaro. Como complemento de la familia apareció Yuyito, sobrina de Yayita. Todos estos personajes serían la población viva de Pelotillehue, pueblito vecino de Buenas Peras y Cumpeo. Por cierto, este último sí es una localidad de Chile.
El pajarraco vivía tranquilo en Pelotillehue, hasta que un día le llegó una misiva de familiares pobres que, palabras más palabras menos, le endilgaron a Condorito su clon infantil: Coné, a quien fue a recoger en la estación del tren con el Cumpa. Alguno de mis cuates, no tan asiduo lector del Condorito, llegó un día a preguntarme: "¿Oye güey, qué el Coné no es hijo de Condorito? -No güey, la historia es ésta: El Cumpa y Condorito llevaron al niño a la iglesia a bautizarlo. Los atendió el Padre Venancio, párroco de Pelotillehue. Querían ponerle Eugenio, pero Condorito le dijo erróneamente al ministro "Que se llame Ugenio", el Padre lo corrigió y le dijo: "Con E m'ijo, con E"; entonces el niño quedó bautizado como Coné. Al amigo de quien hablo, cuando estudiamos en la UNAM la Licenciatura en Periodismo, curiosamente, apodé Condorito, por su nariz y ojos de notorio tamaño que daban similitud con el personaje de Pepo. Cosas de la vida.
El personaje y su banda quedaron listos para publicarse desde 1948. Pero fue el sábado 6 de agosto de 1949 cuando las imprentas lo llevaron a la luz pública el número uno de la revista Okey. Así salió semanalmente, hasta 1965, con casi 850 tiras publicadas. Diez años antes, en 1955, Pepo publicó un libro con una recopilación de sus dibujos; así lo hizo hasta cumplir seis números, uno cada año; del 7 al 82 les llamó Condoritos numerados, porque tenían en portada un número de referencia de manera destacada.






Pepo era humorista político, que publicaba sus personajes de sátira en un medio llamado Topaze, pero renunció para dedicarse de tiempo completo a su narigón de sandalias.
En 1985, fatídico año para los chilangos, Condorito era edición mensual y en 1990 ya circulaba en varios países de Latinoamérica, con un mensaje menos localista y más cosmopolita.
El pajarraco en sus historietas puede representar a cualquier sujeto, desde cavernícola hasta refinado profesor y de mendigo a millonario; uno de sus grandes méritos es que carece, por decirlo así, de nacionalidad. Cuando yo era chavito creí que el dibujo era mexicano, por la forma de decir las cosas. Y de alguna manera lo es. Mientras que los nacidos en tierras aztecas leamos a este sujeto, lo estaremos sintiendo nuestro; Televisa tiene los derechos para la publicación y distribución de este genial cómic, en México, desconozco si es igual en toda América Latina.
Mis amigos intelectuales dicen que cuando eran mamones de brazos ya habían leído a José Luis Borgues (como habría dicho mi expresidente Fox); hoy que son mamones de librería quizá podrán recordar, aunque sea en lo oscurito y en voz baja, la suerte de tener un jefe que los llevó de chavitos a las peluquerías de barrio, donde los Condoritos disiparon el pavor del casquete corto, infame peluqueada que ponía punto final a las maravillosas vacaciones de verano y nos alistaba para presentarnos a un terrible año escolar más, con una maestra similar a doña Tremebunda Vinagre; aunque teníamos la esperanza de que en la banca de al lado llegara, por fin, nuestra propia Yayita. Esa fantasía era, en realidad, imposible: en la mayoría de casos la niña de al lado nos causó el primer día de clases un indeseable ¡plop!

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