sábado, 1 de agosto de 2009

EL ZOOLÓGICO ALFONSO LUIS HERRERA










De vez en cuando me gusta andar las calles de Chilangolandia libre del estrés de todos los días. En esta urbe crecí y caminé mis primeros pasos de la mano de mis progenitores; algunos paseos dominicales eran a Chapultepec, especialmente el zoológico. Cómo no, para papás como los míos era una forma bastante barata y entretenida de sacar a orear a los chilpayates durante las largas vacaciones de verano.

Esta semana reproduje la fórmula, ahora con mis dos mocasines que ya no se hallan encerrados en la casa; enchufarlos al internet, al Xbox o pedirles que aseen el cuarto ya no es garantía de paz; los cursos de verano se acaban pero la energía de estos pigmeos parece crecer día tras día; así que me armé de valor y salimos el miércoles con rumbo al Zoológico de Chapultepec.; no encontramos lugar para estacionar el poderosísimo Atos de 65 cabalos de fuerza, así que truvimos que subir a la segunda sección del bosque y desde allí caminar pasando por Los Pinos, el Auditorio Nacional y el Campo Marte. ya medio sudorosos por los 23 grados celsius y un brillante astro rey sobre nuestras cabezas arribamos al santuario animal. Bonito lugar sin duda. Hace 15 años fue remodelado y las jaulas ahora son mucho más agradables que aquellas que había en mi infancia, donde los especímenes descansaban en frías planchas de cemento y rejas; un atractivo era el chimpacé, que aburrido de su encierro, al ver acumulada a cierta cantidad de mirones salpicaba de agua protegido por la inmunidad de las mallas de alambre; hoy se ha hecho un esfuerzo para que los inquilinos tengan espacios más cercanos a su hábitat.

¿Desde cuándo hay zoológicos en México?

La respuesta, para muchos que me conocen, sería que desde que existe mi familia. En realidad el primer zoológico en México es prehispánico. El emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin tenía una colección de animales que sorprendió a los españoles cuando arribaron a Tenochtitlan. Hernán Cortés, en una carta enviada al rey Carlos I de España, describe aviarios bien cuidados, donde corren aguas cristalinas y a cada especie se le alimentaba con una dieta específica. La colección también incluía jaulas de madera que alojaban especies carnívoras.

Bernal Díaz del Castillo, el soldado que escribió una crónica importante de la conquista de México, también hace referencia al Zoológico de Moctezuma, con una descripción completa del albergue en donde se alojaban y reproducían distintas especies, incluyendo reptiles. Curiosamente, otro soldado español, Andrés de Tapia, narra que el zoológico incluía una colección de seres humanos extraños, como enanos y discapacitados; contar con estos "ejemplares" era símbolo de riqueza y poder. Para no variar, siguiendo su práctica destructiva, Cortés mandó quemar el zoológico y su colección, achicharrando sin más a los especímenes que diligentemente eran cuidados por los atareados mexicas.

Pasaron 400 años para que la ciudad de México tuviera un nuevo lugar en el cual exhibir ejemplares de fauna en cautiverio. El 6 de julio de 1923, todavía con el país convulsionado por los movimientos revolucionarios, inició la construcción del Zoológico de Chapultepec. Esto representó una nueva oportunidad de contar con una bonita colección animal.

¿Alguien sabe el nombre del responsable del zoológico en aquellos tiempos?

Un biólogo fue el fundador del zoológico: Alfonso Luis Herrera, bajo la idea de recrear el concepto de Moctezuma, nada más quitando la sección de especímenes humanos. La idea era básicamente mostrar la fauna mexicana, aderezada con algunos miembros de otros continentes y países, incluyendo mamíferos, aves, reptiles y un acuario. También consideraba la parte botánica, con exhibición de árboles, cactáceas y algunas orquídeas. El proyecto se basó en lo que en ese tiempo era una novedad, el Giardino Zoológico e Museo de Zoología del Comune di Roma.

La población inicial fue hecha con tres cachorros de león y dos bisontes traídos de Estados Unidos. Los animales mexicanos llegaron de Sonora, Veracruz y Campeche; los extranjeros llegaron desde India, Francia, Perú y Brasil. Esta primera colección constaba de 243 animales que comenzaron a exhibirse en 1924. Dado que en aquellos años la cuestión política seguía siendo crítica, pues los balazos e insurrecciones no acababan, los billetes no se dedicaban con prontitud a la compra de alimento para leones y coyotes, así que Herrera pagaba de su bolsillo la comida para los animales.

Pasaron algunas primaveras para que el gobierno incluyera en su presupuesto el mantenimiento del zoológico: 1929 fue el primer año en que hubo recursos gubernamentales para carnes y pastos destinados al estómago animal. Como un homenaje al esfuerzo, en 1945 el zoológico tiene como nombre el de su fundador: Alfonso L. Herrera.

Los años pasaron, en los años 50, Ernesto P. Uruchurtu le dio cierto impulso al zoológico, adquiriendo nuevos ejemplares. Pero el lugar pasó sin chiste durante varios años más.

Los pandas y la nueva vida del zoológico

El lugar dejó el letargo cuando arribaron Pepe y Yin-yin en septiembre de 1975, pareja de pandas chinos donados por el gobierno de ese gigantesco país oriental. El punto más alto de visitantes se logró a partir de que hubo descendencia de esos simpáticos comedores de bambú. A principios de los años ochenta, se logró la primera cría, llamada Tohui, ejemplar al que incluso se le dedicaron canciones, una película y fue sujeto de toda una cultura de consumo. Ocho pandas gigantes nacieron en Chapultepec, primer lugar fuera de China en que la especie logró reproducirse en cautiverio.

Renovarse o morir

En agosto de 1994 concluyó una remodelación emprendida dos años antes, con la participación de diseñadores, ingenieros, biólogos y veterinarios. Así se logró una imagen muy atractiva del lugar y se reforzó la oportunidad de cumplir con los objetivos de un zoológico: recreación, educación, investigación y conservación de especies silvestres.

La exhibición tiene lógica

Para el visitante común, caminar en el zoológico es ver animales, comprar un helado, ir al baño, tomarse la foto (fuera del baño y con un animal de fondo, preferentemente) y ya. Pero la exhibición tiene cierta lógica que debemos entender, hay cuatro climas: frió y húmedo (bosque templado y litoral), frío y seco (pradera), cálido y húmedo (selva húmeda tropical) cálido y seco (zonas áridas y sabana). México cuenta con todas estas regiones, y al inicio de cada zona se exhiben especies nativas del país. Esta disposición tiene un inmenso valor educativo, los visitantes aprenden de las diferentes zonas bioclimáticas y se dan cuenta de que existen animales mexicanos en peligro de extinción, disfrutando a la vez de elefantes, tigres, pandas gigantes, gorilas y rinocerontes.

Los exhibidores se construyeron intentando recrear en forma natural el hábitat de cada especie, lo que da al visitante una mejor comprensión de la naturaleza y brinda al ejemplar enriquecimiento ambiental. El diseño naturalista incorpora los caminos para el visitante, poniendo de manifiesto que el ser humano también forma parte del ecosistema.

Especies de gran importancia

México tiene diversidad de fauna en peligro de extinción, por eso es trascendental que en el zoológico haya conejo de los volcanes, zacatuche o teporingo (se cuenta con la única colonia reproductiva en el mundo, misma que se estableció en 1984); lobo mexicano, mono aullador, ocelote, jaguar, nutria de río, cotorra serrana, pavo ocelado, ajolote de Xochimilco y tarántula de rodillas rojas.

De otras tierras también hay ejemplares de gran valía: panda gigante, panda rojo, gorila de tierras bajas, elefante asiático, cebra de Grevy, oso de antifaz, pingüino de Humboldt, copete de piedra, cóndor andino y faisán argos de Borneo.

Algunos no llaman la atención del visitante, ya que podrían no ser muy espectaculares que digamos, pero su valor es inconmensurable.

El zoológico tiene programas importantes de conservación de especies, como el conejo de los volcanes, lobo mexicano, ocelote, panda gigante, oso de antifaz, borrego cimarrón y ajolote de Xochimilco, a través de métodos naturales y artificiales que involucran incluso a instituciones internacionales.

A diferencia de mis tiempos de niño, en que había trenecito, hoy el Zoológico de Chapultepec tiene un nuevo hospital y laboratorios, un centro de atención para visitantes y área educativa, un herpetario y un mariposario (los que sí cobran entrada pero vale la pena el desembolso). Con cinco y medio millones de visitantes al año, es una de las instituciones recreativas más populares de la Ciudad de México; es un centro de integración social, familiar e intergeneracional que forma parte de nuestra historia. A decir verdad, es un lugar entrañable para quienes hemos nacido y crecido en el Distrito Federal; de alguna manera, es uno de los nutrientes de nuestra sangre chilanga.

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